Cuando empezamos a salir del subdesarrollo, no creo que se haya podido salir de él todavía, pero queda la satisfacción de que se hizo el intento. Pusieron a funcionar en el puerto de La Habana una estación de radio para hacer llamadas telefónicas por medio del equipo de VHF. Sus operadoras eran unas muchachitas de lo más amables, tenían la paciencia de conectarte con la casa de un vecino y esperar a que llamaran a tu mujer para después conectarte la llamada. El problema era que muy pocas personas tenían teléfonos en Cuba, eran vicios del capitalismo. No tengo la más mínima idea de cómo funcionaba aquello y quién pagaba esos servicios, porque de verdad, nunca pagué un solo centavo de las cientos de llamadas que hice.
Siempre que arribábamos del extranjero era muy útil, desde el mismo buque le avisábamos a los familiares a la hora aproximada que entraríamos a puerto (casi siempre desconocida) Así, mientras nos encontrábamos al pairo frente al malecón habanero, desfilaban muchos tripulantes por el puente del buque para llamar a sus familiares y yo les daba las facilidades para hacerlo.
Llegamos de Europa a bordo del buque “Aracelio Iglesias” y después de confirmar que estaríamos afuera por unas cuantas horas, tomé el VHF y llamé a Portuaria Habana.
- Portuaria Habana, Aracelio que te llama.
- Aracelio aquí Portuaria, adelante. ¡Coño!, aquella voz femenina me sonó rarísima, le cedí la oportunidad al contramaestre para que hablara con su esposa.
- Portuaria Habana, aquí Aracelio que te llama.
- Si Aracelio, es Portuaria quien responde, ¿en qué puedo servirle?
- Mire, yo deseo hacer una llamada a Marianao.
- Muy bien Aracelio, pasemos al canal 62.- Voy y le cambio de canal al VHF y rápidamente oigo la voz de la operadora, le paso el teléfono al contramaestre para que continúe con su gestión.
- Aracelio por favor, déme el número del teléfono.
- Mire, es el 22-43-74, pregunte por Margarita. En ese momento se siente como marcaban los seis dígitos de los números dados y posteriormente, se escucha el timbre del teléfono, segundos después era descolgado y respondía una mujer.
- Oigo, ¿a quién desea?
- Óigame, ¿quién habla?, deseo hablar con Margarita mi compañera.
- Hola mi amor, es Margarita, ¿ya llegaste?
- Oye, es que tienes la voz muy rara, casi ni la reconozco. En esos momentos se oyen ruidos de interferencias.
- Chico, el problema es que estoy un poco afónica por la gripe que tengo.
- Oye, ¿cómo está la niña?
- Mira, de eso mejor hablamos cuando estés en casa, porque la niña se fue con el novio.
- ¿Coño, pero cómo es eso?, si la niña solo tiene 14 años.
- Así es la vida, se le calentó aquello que tú sabes y se fue de la casa.
- Bueno, luego hablamos de eso, ¿cómo está la vieja?
- Ella está muy bien, ahora se encuentra en la cola de la carnicería. El tipo se puso rojo como un tomate y tiró con violencia el teléfono.
-¡Coño! Esto es una hijaputada, mi vieja es paralítica. Salió como un cohete del puente y yo por poco me orino de la risa. El asunto es que los walky-talkies de los barcos tienen los mismos canales del VHF, entonces, el telegrafista del buque junto a otros oficiales habían grabado en un casete, los timbres de los teléfonos, interferencias, etc. y fingían diferentes voces de mujer.
Sería interminable todas las narraciones, historias y anécdotas de esta gente que aún jugándose la vida, muchos de ellos no perdían su buen carácter y los deseos de hacer maldades.
Esteban Casañas Lostal
Montreal.. Canadá
2000-02-05
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