Suena a los títulos utilizados en las novelitas rosas y trágicas que se producen actualmente en México, pero no, me refiero a diarios que deben llenarse diariamente con carácter obligatorio. Conocidos como Diario de Bitácora o Diario de Navegación, no dejan de ser lo que realmente dicen sus nombres, un diario. El Diario de Bitácora era aquel que se llenaba en el puente y permanecía con el oficial de guardia durante las permanencias de la nave en puertos. Durante las navegaciones, cada piloto debía registrar todos los acontecimientos que correspondían a su guardia. Hablemos de estado del tiempo, fuerza de la mar, cambio de rumbos, velocidad, millas recorridas, posiciones por faros, estrellas, sol, etc. Luego, según la usanza de aquellos tiempos, el Capitán pasaba gran parte de la información contenida en el Diario o Cuaderno de Bitácora para el Diario de Navegación en su poder. Estos diarios eran foliados y debidamente registrados en las Capitanías del Puerto, no se podían borrar los errores y las correcciones debían ser firmadas por el autor. Constituye uno de los documentos legales más importantes a bordo de cualquier nave, toda la información contenida en él, es la fuente de datos utilizados ante reclamaciones, declaraciones de arribadas forzosas, accidentes, varaduras, averías a la carga, etc. Hago estas pequeñas aclaraciones destinadas a las personas ajenas al mundo marítimo.
Correrían los años setenta y tantos cuando dejó de utilizarse el Diario de Navegación en la marina mercante cubana. Documento que en términos generales, era llenado por el tercer oficial a bordo y debidamente firmado por el capitán al finalizar cada folio. Desconozco las razones, pero la lógica indica que no constituía un documento tan confiable como el Diario de Bitácora, ¿por qué?, porque podía alterarse el contenido de la información respondiendo a los intereses del Armador (Propietario del buque) Situación imposible de lograr en el Diario de Bitácora que fuera llenado por cada uno de los oficiales a bordo durante sus guardias. Es precisamente a este punto donde deseaba arribar, ¿podía alterarse el contenido de la información registrada en el Diario de Bitácora? Absolutamente sí, y fue una práctica muy común en nuestras navegaciones, alcanzando sus mayores valores en la década del ochenta. ¿De qué servía esta práctica fraudulenta? De mucho, se prestaba para justificar incumplimientos en las entregas de las mercancías y para estafar a las compañías de seguros. ¿Cómo se realizaba esa operación fraudulenta? Muy sencillo, se llenaban dos Diarios de Bitácoras paralelos. Uno, con los datos reales ocurridos durante la navegación, y el otro, con datos falsos que podían registrar una recalada forzosa a un puerto cubano seleccionado y con el cual se hicieran las coordinaciones anticipadas. De esa manera, el capitán presentaba un “Acta de Protesta” ante la Capitanía del puerto de destino y luego, se le presentaba una reclamación a la compañía de seguros por las razones expuestas en esa acta. El Procedimiento es un poco engorroso y participan en él una variedad indeterminada de personas desde el mismo instante en el cual fuera entregada la mencionada acta, pero ese no es el objetivo del presente trabajo.
¿Nos encontramos o no en tiempos de reflexiones? Por ahí dicen que sí. ¿Participé en esos actos delictivos? Por supuesto que sí, puedo recordar con mucha claridad, las oportunidades en las cuales fueron realizadas esas prácticas a bordo del buque Pepito Tey de bandera cubana, por solo citar uno de los buques donde me vi obligado, porque nadie podrá interpretar que esa sea una acción individual deliberada. Ningún marino u oficial se beneficia con una acción como esta.
Recuerdo uno de esos viajes, íbamos cargados de azúcar para un puerto español y a mitad del Atlántico, nuestro puerto y país de destino fue cambiado sin ningún tipo de explicación. Debe tenerse en cuenta que para realizar una maniobra fraudulenta de esta envergadura, hay tentáculos que se extienden mucho más allá de las oficinas del Armador u operador del buque. Estamos en presencia de un fraude donde participan elementos con niveles ministeriales, porque solo desde allí se pueden tomar esas decisiones. Pero todo se encontraba debidamente amarrado, era necesario confeccionar un nuevo Bill of Lading para entregar copia al capitán rápidamente a su arribo, o, puede suponerse que ese Bill (Conocimiento de Embarque) ya se encontraba duplicado con la complicidad del capitán, me inclino por esta última versión y desecho las anteriores por todos los contratiempos que se pueden crear en el camino, datos adicionales se le podían agregar por los especialistas que ellos poseen en esas maniobras en todas sus embajadas. O sea, todo había sido muy bien planificado desde mucho antes de nuestra salida. ¿Tiene lógica? Por supuesto que sí, el país se encontraba asfixiado por la loca incursión en las guerras africanas y los centavos comenzaban a cobrar su valor. En el Ministerio de Comercio Exterior existía un puesto de mando atento a todos los cambios en los precios del azúcar, y como es de suponer, si se registraban aumentos, poco importaba demorar las entregas de inferior valor, amén de las reclamaciones realizadas a las compañías de seguro.
Para no extenderme, ¿se le podía exigir honestidad a la oficialidad?, por supuesto que no. En esa maniobra fraudulenta participaban el capitán y los tres oficiales de cubierta, pero era un secreto guardado a dominio público, porque esos diarios se llenaban en el cuarto de derrota en presencia de timoneles y visitantes de ocasión. La corrupción viajó más allá del simple contrabando de ron, tabaco y artículos que se introducían para el consumo nacional. Al Diario de Bitácora le siguió el Libro de Hidrocarburos, donde los datos eran igualmente falseados y se mentía descaradamente porque en muy pocos barcos cubanos funcionaban los separadores de sentinas. Luego, fue una práctica muy habitual robarle al Estado mediante firmas por consumos de materiales de trincajes, reparaciones, combustibles, etc., que nunca se realizaban. La marina se convirtió de la noche a la mañana en una gran escuela, nosotros fuimos buenos alumnos de aquella Academia de Ladrones.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2007-06-05
Correrían los años setenta y tantos cuando dejó de utilizarse el Diario de Navegación en la marina mercante cubana. Documento que en términos generales, era llenado por el tercer oficial a bordo y debidamente firmado por el capitán al finalizar cada folio. Desconozco las razones, pero la lógica indica que no constituía un documento tan confiable como el Diario de Bitácora, ¿por qué?, porque podía alterarse el contenido de la información respondiendo a los intereses del Armador (Propietario del buque) Situación imposible de lograr en el Diario de Bitácora que fuera llenado por cada uno de los oficiales a bordo durante sus guardias. Es precisamente a este punto donde deseaba arribar, ¿podía alterarse el contenido de la información registrada en el Diario de Bitácora? Absolutamente sí, y fue una práctica muy común en nuestras navegaciones, alcanzando sus mayores valores en la década del ochenta. ¿De qué servía esta práctica fraudulenta? De mucho, se prestaba para justificar incumplimientos en las entregas de las mercancías y para estafar a las compañías de seguros. ¿Cómo se realizaba esa operación fraudulenta? Muy sencillo, se llenaban dos Diarios de Bitácoras paralelos. Uno, con los datos reales ocurridos durante la navegación, y el otro, con datos falsos que podían registrar una recalada forzosa a un puerto cubano seleccionado y con el cual se hicieran las coordinaciones anticipadas. De esa manera, el capitán presentaba un “Acta de Protesta” ante la Capitanía del puerto de destino y luego, se le presentaba una reclamación a la compañía de seguros por las razones expuestas en esa acta. El Procedimiento es un poco engorroso y participan en él una variedad indeterminada de personas desde el mismo instante en el cual fuera entregada la mencionada acta, pero ese no es el objetivo del presente trabajo.
¿Nos encontramos o no en tiempos de reflexiones? Por ahí dicen que sí. ¿Participé en esos actos delictivos? Por supuesto que sí, puedo recordar con mucha claridad, las oportunidades en las cuales fueron realizadas esas prácticas a bordo del buque Pepito Tey de bandera cubana, por solo citar uno de los buques donde me vi obligado, porque nadie podrá interpretar que esa sea una acción individual deliberada. Ningún marino u oficial se beneficia con una acción como esta.
Recuerdo uno de esos viajes, íbamos cargados de azúcar para un puerto español y a mitad del Atlántico, nuestro puerto y país de destino fue cambiado sin ningún tipo de explicación. Debe tenerse en cuenta que para realizar una maniobra fraudulenta de esta envergadura, hay tentáculos que se extienden mucho más allá de las oficinas del Armador u operador del buque. Estamos en presencia de un fraude donde participan elementos con niveles ministeriales, porque solo desde allí se pueden tomar esas decisiones. Pero todo se encontraba debidamente amarrado, era necesario confeccionar un nuevo Bill of Lading para entregar copia al capitán rápidamente a su arribo, o, puede suponerse que ese Bill (Conocimiento de Embarque) ya se encontraba duplicado con la complicidad del capitán, me inclino por esta última versión y desecho las anteriores por todos los contratiempos que se pueden crear en el camino, datos adicionales se le podían agregar por los especialistas que ellos poseen en esas maniobras en todas sus embajadas. O sea, todo había sido muy bien planificado desde mucho antes de nuestra salida. ¿Tiene lógica? Por supuesto que sí, el país se encontraba asfixiado por la loca incursión en las guerras africanas y los centavos comenzaban a cobrar su valor. En el Ministerio de Comercio Exterior existía un puesto de mando atento a todos los cambios en los precios del azúcar, y como es de suponer, si se registraban aumentos, poco importaba demorar las entregas de inferior valor, amén de las reclamaciones realizadas a las compañías de seguro.
Para no extenderme, ¿se le podía exigir honestidad a la oficialidad?, por supuesto que no. En esa maniobra fraudulenta participaban el capitán y los tres oficiales de cubierta, pero era un secreto guardado a dominio público, porque esos diarios se llenaban en el cuarto de derrota en presencia de timoneles y visitantes de ocasión. La corrupción viajó más allá del simple contrabando de ron, tabaco y artículos que se introducían para el consumo nacional. Al Diario de Bitácora le siguió el Libro de Hidrocarburos, donde los datos eran igualmente falseados y se mentía descaradamente porque en muy pocos barcos cubanos funcionaban los separadores de sentinas. Luego, fue una práctica muy habitual robarle al Estado mediante firmas por consumos de materiales de trincajes, reparaciones, combustibles, etc., que nunca se realizaban. La marina se convirtió de la noche a la mañana en una gran escuela, nosotros fuimos buenos alumnos de aquella Academia de Ladrones.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2007-06-05